
pues todos separan la Educación, y
nunca la integran en la realidad social
del momento hasta sus últimas conse-cuencias.
No se persigue la educación esencial,
integral y permanente del individuo
y de la sociedad en su conjunto. Los
modelos se basan en la adquisición de
conocimientos y de capacidades pro-ductivas
y en la aceptación de pautas
y valores sociales establecidos.
Cada uno utiliza los recursos que tiene
a su alcance para su implementación:
las artes y las ciencias, las tecnologías
y los medios de comunicación, las ins-tituciones
y las administraciones públi-cas,…
¿En pleno siglo XXI, qué diferencia
existe en el modelo educativo actual
de los del pasado, sea éste lejano o
cercano en el tiempo?
Sólo las formas, los planteamientos,
las estructuras, los recursos, pero su
finalidad se mantiene inalterable: la
sumisión de todo ser humano, en su
integridad, al sistema imperante, que
ha apostado definitivamente por el
materialismo, olvidando todo ideal de
evolución y progreso humano y toda
aspiración espiritual.
En una sociedad globalizada, gracias al
inmenso y acelerado desarrollo cien-tífico,
tecnológico y comunicativo al-canzado,
esta situación se ha estable-cido
en la humanidad definitivamente
a nivel planetario. El autoproclamado
“nuevo orden mundial” corresponde y
concierne a un único modelo de pensa-miento
y conducta de vida, a una úni-ca
forma de convivencia, y por tanto,
de educación. Ésta consiste en mero
adoctrinamiento a las exigencias de un
sistema deshumanizado, meramente
basado en el condicionamiento econó-mico
de producción y consumo, indife-rente
a su propia esencia.
Observando la historia de la educación
del hombre como individuo y sociedad
que es, solamente en su época con-temporánea
y hasta nuestros días, se
evidencia un paralelismo entre los in-tereses
del Absolutismo del siglo XVI-II,
los del Colonialismo del siglo XIX,
los de los Estados Totalitarios del siglo
XX y la Globalización del siglo XXI. To-dos
propician lo mismo aunque se ma-
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