Presentación Conferencia “Cultura para la Paz”. Luisa Cardona (ACEFI)
Vamos a hablar de Paz. Vamos a hablar de la Cultura de la Paz que a eso hemos venido. Y para ello, les vamos a contar un cuento:
El otro día, me permití el lujo de dedicarme a observar cosas que ocurrían a mi alrededor. Es una práctica a la que desde mi infancia he dedicado algún tiempo mientras voy haciendo las cosas cotidianas de mi vida, y casi siempre acabo diciéndome “¡¡desde luego el ser humano nunca dejará de sorprenderme!!”.
Este día en concreto, antes de salir siquiera de mi casa, me llamó mi señora madre para explicarme la discusión que había tenido con mi señor hermano pequeño por sus horarios de fin de semana.
Apenas salí de mi casa, observé una discusión entre dos de mis señoras vecinas que no se ponían de acuerdo en no sé que pequeña tontería sobre el tendero de ropa del deslunado. Acostumbradas como las tengo a un saludo amable, ambas interrumpieron su grave discusión para dedicarme una sonrisa y un pequeño gesto de disculpa por haberlas sorprendido en tamaña actitud de discusión, algo que en nuestra relación nunca ha estado presente. Sin darse cuenta bajaron el tono de voz.
No tuve más que llegar a la esquina que dista 50 metros de la puerta de mi patio, para descubrir al señor de la autoescuela que allí hay, discutiendo con un señor policía local que pretendía multarle por mal aparcamiento de uno de sus vehículos. Igualmente saludé al señor de la autoescuela que interrumpió su discusión para devolverme el saludo con un gesto de resignación por el pequeño espectáculo gratuito que estaba ofreciendo en plena calle.
Nada más cruzar la avenida, sorprendí a una señora madre enojada que reñía a todo grito a su señor hijo, de aproximadamente cinco años de edad, por haberse soltado de su mano al caminar por la acera. Como no la conocía no me atreví a saludarla, pero la miré y ella se sintió obligada a justificarse sonrojada diciendo “¡Estos críos, es que te sacan de quicio!”.
Tomé el transporte público para acudir a resolver un asunto puntual y en el trayecto el propio señor conductor se enzarzó en una discusión a todo insulto con otro señor conductor que intentaba ganarle 20 centímetros haciendo una maniobra brusca que mi señor conductor no estuvo dispuesto a permitirle. Con curiosidad miré por el espejo retrovisor que llevan dentro del vehículo y como respuesta obtuve una larga explicación del señor conductor de las agresiones que cada día deben soportar en el desempeño de su trabajo. Sin darse cuenta en la explicación, se saltó un paso de cebra donde varios señores peatones intentaban cruzar sin demasiado éxito.
Por fin llegué al organismo donde debía resolver una cuestión administrativa, y me dirigí a la ventanilla indicada en el panel informativo de la entrada. Saludé al señor que atendía dicha ventanilla y le pregunté por el asunto que me ocupaba, obtuve como respuesta una protesta a toda voz gracias a la cual todas las personas que ocupaban el recinto se enteraron de que yo era la persona torpe que se había confundido de ventanilla, al intentar disculparme diciendo que lo acababa de leer en el panel informativo, se negó a informarme de cual era la ventanilla correcta a la que debía dirigirme. No sin darle las gracias por su amabilidad marché a la ventanilla de al lado, donde sí me informaron de adonde debía dirigirme para cumplir con mi obligación de pagar mis impuestos; la señora de la ventanilla que me los cobró no incluye en su trabajo responder al saludo del contribuyente, bueno ni dirigirle la palabra tampoco.
A continuación, me dirigí a la consulta médica donde previamente había solicitado cita con la antelación que los consultorios de la seguridad social exigen. Cumplí con absoluta puntualidad a mi cita, pero el señor médico se retrasó y nadie se tomó la molestia de avisarnos a las personas que allí esperábamos y allí tuvimos que esperar hasta que el señor médico llegó. Nadie nos dio una explicación, ni disculpas.
Lamentablemente en ese tiempo de espera me encontré con una señora amiga que hacía mucho tiempo que no veía, a la que pregunté por su familia. Bien se supone, pero no me podía dar más datos sobre ellos porque hace varios años que no se dirigen la palabra. Lamentablemente porque para mí eran todos encantadores y lo siguen siendo, pero un problema de herencia es un problema de herencia.
Al acabar mi consulta médica me dirigí al mercado (me gusta más el trato directo que los impersonales macrosupermercados), para comprar algunos alimentos, y haciendo mi recorrido pude ser testigo de un enfrentamiento entre varias personas porque una de ellas pretendía no respetar el turno que las demás guardaban amigablemente para hacer su compra. Cuando acabé mis compras volví a la paz de mi hogar.
Este sencillo relato está basado en hechos reales, como dicen en las películas. Podríamos haber elegido otros ejemplos. Quedan muchos. Algunos como los medios de comunicación, la violencia de los programas de televisión, actitudes clasistas y racistas, etc., etc., los hemos dejado para mejor ocasión.
No tenemos nada en contra de las personas que aparecen en este sencillo relato. pero aprovechamos todo lo ocurrido en esa mañana, una mañana normal, para invitarles a que ustedes reflexionen sobre ello.
Reflexionen sobre adonde puede usted presentar una reclamación que proteja sus derechos ante todos estos acontecimientos. Y no nos referimos a una reclamación como persona usuaria-consumidora porque paga usted sus impuestos y tiene derecho a recibir un servicio a cambio. Nos referimos a sus derechos como persona ciudadana frente a tanta agresión.
Porque agresión es la palabra con la que nosotros definimos todos estos acontecimientos, tan pequeños, tan cotidianos, tan continuos, que nos pasan tan desapercibidos, que los tenemos asumidos con tanta naturalidad que ni siquiera reflexionamos sobre ellos, que ni siquiera los valoramos como agresión y lo que es peor, ni siquiera intentamos resolverlos o lo que es más fácil, no propiciarlos.
Todas estas pequeñas agresiones, pequeñas guerras con los demás y con nosotros mismos; toda esta falta de respeto, que se manifiesta con formas violentas y agresivas, constituye para nosotros, lo que llamamos la guerra diaria cotidiana de las personas que tenemos el privilegio de vivir en lugares que en este momento no se encuentran en contienda bélica. Y sin embargo presumimos de que vivimos en paz.
Con reflexiones como estas nació la Asociación Cultural ESPACIO DE FORMACIÓN INTEGRAL, de un grupo de personas que asumimos el reto de compartir un espacio común de reflexión donde tuvieran cabida las diferentes perspectivas y planteamientos que cada uno desde su particular visión y modo de vida fuera capaz de aportar a los demás. Pero también con el reto de intentar trabajar comprometidamente para contribuir a conseguir y mantener la Paz en todo el mundo... la Paz entre las personas. Partiendo desde nuestra propia cotidianidad, desde lo que nos es más cercano en nuestro propio entorno, sin sobreesfuerzos que no estén a nuestro alcance.
Porque entendemos la Paz en el sentido más amplio posible, Paz es respeto en la práctica del libre ejercicio de los derechos de las personas, de la ciudadanía, de las culturas, de las igualdades y las diferencias, del medio ambiente, de la solidaridad, de la libertad, del desarrollo, de la justicia, de la democracia, de la convivencia.
Muchas organizaciones han optado por trabajar asistencialmente para mejorar puntualmente la calidad de vida de algunos colectivos que ven amenazado el ejercicio de sus derechos. Esto es necesario, sobre todo en un tiempo en que los Estados van desentendiéndose cada vez más de las obligaciones sociales que les corresponden para sus ciudadanos.
Sin embargo, nuestra Asociación Cultural decidió asumir como línea de actuación la de aquellas organizaciones que trabajan para conseguir el respeto máximo al ejercicio de los derechos sociales.
Garantizar los derechos, garantiza la calidad de vida, pero, además, es la única forma de garantizar la evolución social democrática.
Y garantizar la evolución social democrática, en el sentido más amplio de estas tres palabras, conduce directamente a la Paz.
Y de nuestra experiencia hemos concluido que, aunque nada parezca demostrar la transcendencia de cuantas actuaciones pueda tener el ser humano en su vida cotidiana, la solución a los problemas de desequilibrio de la humanidad pasa por la aportación de todos, cuanto más organizadamente mejor, pero en definitiva por la aportación de todos. En teoría, ninguna de las situaciones descritas en el comienzo de este escrito parece tan graves como para no saber evitarla ¿verdad? Y en teoría, si ponemos Paz en cada una de nuestras actuaciones cotidianas, parece que la Paz en el mundo es más fácil de conseguir.
Buscamos la Paz de muchas maneras, más o menos lógicas, más o menos absurdas, más o menos interesadas: con militancias, con limosnas, con contribuciones espectaculares, incluso hasta con “negocietes”. Buscamos la Paz, cuando la Paz está en nuestro interior. Sólo es cuestión de coherencia, de generosidad, de valores, en una palabra: de ética. Somos mayoría en el mundo los que anhelamos la Paz, se trata de que la practiquemos.
Aquí queda nuestra invitación a practicar esta sencilla ética de la Paz. Como personas, quedan ustedes invitadas. Como cargos públicos, quedan ustedes invitados. Como prestadores de servicios institucionales, quedan ustedes invitados e invitadas. Con coherencia, con generosidad, con criterios, con atención. En resumen, con ética. Ahora ya saben que no obtener la Paz es también responsabilidad suya, es también responsabilidad nuestra.
Muchas gracias por su atención.